Comunicación presentada al II Congreso Ciudades Inteligentes:
Autor
- Carlos F. Lahoz Palacio, Profesor Colaborador, Doctor de Urbanismo, Universidad CEU San Pablo
Resumen
El medio social y la web 2.0 constituyen un referente esencial para las prácticas políticas de la sociedad actual: han transformado el modo en que los individuos se expresan y cambiado las formas de construir la opinión pública. Sin embargo, las enormes capacidades políticas del medio tecnológico no han restado potencialidades a los espacios públicos para albergar y dinamizar tanto las prácticas expresivas (manifestaciones, etc.) como las relativas al intercambio de ideas (debates, etc.), de hecho, las han aumentado. Prueba de ello es que por todas las latitudes emergen grupos que utilizan las redes para organizar sus acciones en plazas y calles. El objetivo de esta comunicación es explicar las claves que articulan el renacer de este tipo de prácticas y el fortalecimiento simbólico y funcional de los espacios públicos tradicionales en las que se llevan cabo.
Espacios políticos
La historia nos enseña que los espacios públicos han resultado fundamentales para la práctica política. Esto se debe a que todas las sociedades, en todos los tiempos, los han considerado esenciales a la hora de debatir sus ideas en conjunto o para expresarlas públicamente. Sus características físicas, el ser lugares amplios y accesibles a todos, resultaron críticas para que grandes grupos pudieran debatir, crear opinión y llegar a acuerdos acerca del gobierno o del futuro. De hecho, la democracia nació en el ágora; el Imperio, en el foro y los estados modernos, en los cafés.
Además sus cualidades culturales y simbólicas también fueron cruciales para que comunidades de todo tipo —estables y recurrentes o inestables y esporádicas— los hayan escogido como sus lugares predilectos a la hora de expresarse. Esta relación de dependencia de la práctica política con respecto de los espacios públicos también se verifica en sentido contrario, ya que esta actividad es básica para que los espacios puedan cumplir algunas de las funciones elementales que los caracterizan y les dotan de sentido. Sólo cuando en ellos se celebra este tipo de prácticas, ya sea una manifestación multitudinaria o una pequeña asamblea, las calles y plazas alcanzan la plenitud de sus dimensiones cívicas. Así mismo, en cuanto a su función sociabilizadora, por ejemplo, las ocasiones en que las multitudes exponen conjunta y públicamente sus deseos, sus sentimientos, sus conflictos o su identidad son un medio fundamental para conocer qué es una sociedad y lo ocurre que en ella. Por este motivo, porque proyectan sobre la totalidad y de forma concentrada información básica para el conocimiento y el reconocimiento ciudadano, estos momentos excepcionales constituyen una parte determinante de las capacidades sociabilizadoras de los espacios públicos.
Hasta la irrupción de los medios de masas, los espacios públicos reales habían sido los escenarios predilectos —en ocasiones, los únicos— para desarrollar la mayoría de las prácticas ciudadanas relacionadas con la política, sin embargo, a partir de ese momento esta actividad comenzaría a migrar de forma progresiva hacia otro tipo de espacios: los ámbitos etéreos y desmaterializados de los medios de comunicación. Ello hizo que disminuyeran las capacidades de los lugares públicos para fomentar el encuentro, para estimular el diálogo o para la expresión. Desde entonces, los espacios públicos se convertirían en un componente de importancia secundaria, tanto en términos de creación de opinión y de debate como para la expresión.
La amenaza tecnológica
Debates virtuales
En lo relativo al campo del intercambio de ideas, el entorno de opinión engendrado por los mass media superaba en complejidad y amplitud a cualquiera de sus antepasados, sin embargo, como espacio de interacción y diálogo distaba mucho de ser ideal. Los mass media eran muy eficaces para distribuir información y proyectar hacia la ciudadanía los pensamientos de las élites, pero resultaban pésimos para promover un debate verdadero e integrador.
Ello impedía que los ciudadanos pudieran intervenir directa y activamente en la discusión política, lo que haría que se convirtieran, desde entonces, en sujetos pasivos de la misma, espectadores con escasas capacidades para la participación. Por consiguiente, la irrupción de los medios masivos distanciaría el debate y la creación de opinión de los espacios públicos reales y, también, de su ciudadanía. El punto álgido de este doble distanciamiento se produciría a finales del siglo XX con la irrupción de las primeras TICs, en especial de Internet.
La web primitiva (1.0) supondría un gran impulso para el desarrollo de nuevas ámbitos de opinión y daría voz a multitud de colectivos marginados por los grandes medios. Sin embargo, su funcionamiento seguía, en lo básico, la filosofía y esquemas de los medios de comunicación tradicional. Esto se debía a que eran difíciles de utilizar y a que sus capacidades para generar interacción estaban muy limitadas. Estas restricciones serían superadas con la aparición de las tecnologías de la web 2.0 y el medio social.
A partir de ellas se generaría un modelo de comunicación distribuido caracterizado por la pérdida de la hegemonía de los medios de comunicación tradicionales y por el aumento de la capacidad ciudadana para producir informaciones, iniciar sus propios debates o llevar a cabo acciones virtuales en torno a la política. La web 2.0 y el medio social hacían que la creación de opinión pública volviera a ser una práctica plenamente interactiva y permitían que la ciudadanía, no solo aspirase, sino que pudiera alcanzar un mayor grado de autonomía política. Por estos motivos, se pensó que, con la aparición de estas nuevas TICs, se terminaría desnaturalizando por completo la construcción de la opinión pública y el debate político.
Manifestaciones inmateriales
En cuanto al ámbito de la expresión pública, aunque desde la aparición de los mass media los espacios urbanos se vieran obligados a compartir protagonismo y ceder parte de su papel, no sería hasta la irrupción de las primeras TICs cuando se suscitarían serias dudas acerca de su vigencia e idoneidad como espacio de expresión.
La parte de la sociedad más proclive a las tecnologías pensó que con las TICs había nacido la plataforma definitiva, un vehículo rico en posibilidades, universalmente accesible, desvinculado del poder y liberado de la tiranía de las necesidades materiales y temporales inherentes a la práctica expresiva tradicional: el sustituto perfecto a los limitados entornos expresivos convencionales, los media y el espacio público real.
De forma análoga, los detractores tecnológicos consideraron que los nuevos desarrollos tecnológicos solo servirían para hacer avanzar hacia mayores niveles de control, vigilancia y apaciguamiento de la población, lo que desincentivaría el uso del espacio urbano para dar cabida a este tipo de prácticas. Por tanto, auspiciada por la coincidencia de visiones muy divergentes sobre el efecto tecnológico, la sociedad en su conjunto pensó que las TICs terminarían por mermar las capacidades del espacio público como medio para la expresión.
La eclosión de Internet reforzaría esta idea. La creciente influencia de los líderes de opinión del nuevo entorno (bloggers, etc.), la rapidez e intensidad con que comenzaron a utilizarse las plataformas y medios digitales para expresar (YouTube, Blogs, Facebook, etc.) o la emergencia de nuevas prácticas desmaterializadas llevadas a cabo por comunidades virtuales compuestas por individuos que, a pesar de estar distanciados, podían intercambiar ideas, organizarse y actuar en conjunto, parecían confirmar esta realidad.
Pasados los años y a la luz de los acontecimientos, se constata que estas predicciones estaban mal encaminadas y que, a pesar de sus enormes capacidades políticas, el medio tecnológico no han restado potencialidades a los espacios públicos para albergar y dinamizar tanto las prácticas expresivas (manifestaciones, etc.) como las relativas al intercambio de ideas (debates, etc.). De hecho, las han aumentado.
Simbiosis digitoespacial
Intercambios inteligentes
La web social y colaborativa ha transformado para siempre el modo de concebir y construir la opinión pública y las formas de gobernar, iniciando una revolución en el más puro sentido político, cuyas consecuencias culturales y sociales todavía hoy resultan difíciles de asimilar. Prueba de ello es que, desde entonces, el número, la rapidez y la intensidad de los cambios en este ámbito no han parado de crecer. Sin embargo, el aumento de la autonomía y de las capacidades interactivas y participativas del medio tecnológico no han jugado en detrimento de las potencialidades de los espacios públicos para albergar y dinamizar la creación de opinión pública y de debate político; de hecho se han aliado con ellos para renovarlas.
Las nuevas TICs han ampliado las capacidades de los ciudadanos para crear redes de información y conectarse a través de ellas de forma instantánea y ubicua. No obstante, sobre la base de las redes virtuales no se están construyendo solo comunidades de individuos que circunscriben su actividad al mundo digital; de hecho, también se sirven de ellas para llevar el debate y la práctica política al mundo real. Prueba de esta realidad es que por todas las latitudes emergen grupos que, reunidos en torno a los intereses políticos más dispares, utilizan las redes para organizar y coordinar sus reuniones en plazas y calles. Esto pone de nuevo el énfasis en el espacio público urbano como lugar apto para la conformación de la opinión, el debate público y la acción política.
Una de las consecuencias más evidentes de esta nueva capacidad organizativa, como se verá más adelante, son las grandes movilizaciones ciudadanas. Al haber hecho posible la coordinación y la acción en tiempos y modo, hasta hace poco inconcebibles, las nuevas tecnologías han provocado la emergencia de nuevas prácticas espaciales con amplias repercusiones para el campo de la expresión política. Pero análogamente, al haber facilitado la comunicación, la coordinación y la cooperación entre individuos que actúan colectivamente en busca del beneficio común, las tecnologías también han potenciado las formas habituales de práctica política en los espacios reales. Esta realidad es fácil de comprobar si se tiene en cuenta el aumento de la frecuencia con la que organizaciones sociales de todo tipo (ciudadanas, vecinales, etc.) programan encuentros en los que se crean nuevos lazos, se establecen sinergias, se debate o se festeja, o cómo recaban apoyos o muestran su solidaridad con otras causas a pie de calle.
Este renacer del espacio público como campo de debate y acción política no es un efecto colateral del avance tecnológico, sino el resultado del establecimiento de una verdadera simbiosis entre espacio y tecnologías. Al dinamizar la formación y consolidación de nuevas comunidades de práctica recurrente o permitir la constitución instantánea y espontánea de asambleas ciudadanas, las TICs han vuelto a poner el foco sobre las cualidades que hicieron del espacio público el espacio político por excelencia: ser accesible a todos, fomentar el encuentro y la libre interacción entre desconocidos, estar capacitados para albergar a grupos humanos extensos o proyectar cierta simbología. De hecho, no solo han dotado a sus cualidades de una renovada vigencia, sino que las han mejorado, transformando los espacios públicos en entornos aumentados con capacidades para extender el efecto de las acciones que albergan fuera de sus confines. También las tecnologías se han visto favorecidas de su relación con el espacio. Esto es debido a que la visión de la realidad, con todo su dramatismo y veracidad, ejerce un papel esencial para llamar la atención de la esfera pública virtual, y, por consiguiente, para fomentar la discusión y el debate en las redes.
En definitiva, a medida que se avanza en la era digital también se detecta una rematerialización de la esfera política. Los recientes acontecimientos que han tenido lugar en torno a la Primavera Árabe o al Movimiento Indignado son dos de las expresiones más claras de esta nueva dinámica. Estos dos eventos han puesto de manifiesto que se está implantando un nuevo orden mundial en el que las redes sociales juegan un papel esencial a la hora de canalizar sobre el espacio público los distintos tipos de prácticas políticas, algunas novedosas, como las movilizaciones relámpago, otras ya existentes, como la protesta o la concentración festiva, pero también para reintroducir las prácticas relativas a la deliberación política.
En este sentido, lo que resulta verdaderamente especial de casos como Sol o Tahrir es la constatación de cómo las TICs y el espacio conjugarían sus efectos para que multitud de personas distintas pudieran sentarse a debatir y pensar en conjunto cómo querían que fuese su sociedad. Tanto es así que, por encima de los enfrentamientos que se produjeron, estos dos eventos serán recordados por exponer el diálogo como actividad primordial de la práctica política. Durante las semanas que duraron las movilizaciones, dos sociedades tan distintas como la española y la egipcia pondrían a trabajar a las nuevas y dinámicas tecnologías junto a los viejos y pesados espacios públicos para protestar y mostrar sus vindicaciones ante sus respectivas gobiernos, pero también, para organizar talleres y asambleas ciudadanas en las que formar y compartir, contrastar ideas y construir opiniones. Lo acontecido en estas plazas es la prueba más palpable de la nueva alianza que ha surgido entre lo digital y lo real, en la que tecnologías y espacio se compenetran.
Este renacer no significa que se esté produciendo un retorno al ágora griega. En la era del sprawl y de la proliferación de los lugares virtuales y reales para la expresión y el debate, resultaría extraño esperar que los espacios públicos volvieran a ser la escena principal de la participación política, pero lo que queda claro es que, tras décadas de letargo, han hecho su reaparición. En el campo de la expresión política ha ocurrido lo mismo.
Expresiones conectadas
El mundo virtual constituye un referente esencial para el ejercicio de las prácticas expresivas de la sociedad. Sin embargo, su éxito no ha eclipsado en absoluto las capacidades expresivas de los espacios reales. La reciente eclosión de estas prácticas en lugares públicos de todo el mundo (manifestaciones, protestas, revueltas, etc.) demuestra que no han perdido su sentido y que están más vivas que nunca. De hecho, las TICs (plataformas para la publicación de contenidos, redes sociales, programas de mensajería, telefonía móvil etc.), lejos de despreciar su valor, han realzado su importancia: se han aliado con ellas para impulsar su extensión y dinamización así como para catalizar el surgimiento de nuevas prácticas expresivas públicas. Esto es, sobre todo, debido a su extraordinario potencial para provocar densidad de interacción social, bien sea para promover la comunicación permanente e instantánea en el interior de los grupos o para construir y fortalecer las conexiones entre la multitud que se expresa con los que los observan desde el exterior.
Al haber ampliado la consistencia y la calidad de los vínculos entre individuos y hacer más fluida la interacción y comunicación entre ellos, las TICs han multiplicado las capacidades organizativas de la población para expresarse y actuar conjuntamente. Ello ha transformado la duración y la periodicidad con la que se producen estas prácticas e, incluso, su naturaleza, como prueban la emergencia de comportamientos espontáneos y fenómenos autoorganizativos o la capacidad para la ejecución coordinada de tareas complejas, como ha quedado demostrado durante algunas de las prácticas expresivas acaecidas en tiempos recientes (Occupy, etc.). De forma análoga, al haber dotado a los individuos de nuevos medios con los que vehicular sus sentimientos hacia los que no participan de la expresión, también han acrecentado su potencial para generar nuevas afinidades y atraer solidaridad, lo que ha hecho que aumente su efectividad.
La densificación de la comunicación y conectividad residentes en el conjunto humano que está involucrado en estas prácticas verifica sus efectos en cada una de las etapas que se suceden durante el desarrollo de cualquier acción expresiva que tiene lugar en un espacio público: la fase de diseño y planificación, la fase de convocatoria y agregación de los participantes y la fase de reunión y realización de la práctica como tal.
Para las comunidades formales y estructuradas que poseen entidades de planificación centralizada capaces de llevar a cabo grandes expresiones colectivas (sindicatos, etc.), las TICs brindan un espacio ilimitado para la exposición de motivaciones y programas, para hacer penetrar su mensaje y preparar la acción. Ello les ha permitido desarrollar nuevos tipos de expresiones que requieren de una complejidad organizativa extrema (Unos de mayo, etc.). No obstante, las TICs muestran su pleno potencial para la planificación de la expresión cuando se produce bajo los parámetros de la descentralización.
Esto es debido a que el tipo de estructuras de relación en redes que han permitido crear son flexibles, plurales, multiescalares y distribuidas, lo que las hace especialmente habilitadas para la planificación conjunta en total ausencia de entidad de centralización. Es a través de ellas, que la constelación de nuevas organizaciones que han surgido operan con total eficacia y libertad. Movilizaciones como el Día contra la Guerra, no habrían logrado congregar a millones de personas de distinto carácter y procedencia de no haber tenido una plataforma informática común para coordinarse.
De manera análoga, al haber densificado la comunicación y la interacción entre los individuos, las TICs han provocado que emerjan prácticas que, caracterizadas por la autoorganización y la inteligencia colectiva, resultan inéditas: expresiones espontáneas realizadas en total ausencia de planificación como las smart mobs.
En cuanto a la fase de convocatoria y agregación, las TICs han conseguido ensanchar de forma extraordinaria los cauces tradicionales utilizados para realizarlas y han introducido nuevos métodos, cuya velocidad y permeabilidad supera con creces a los de sus antecesores. Esto ha provocado que las prácticas expresivas se hayan extendido a multitud de colectivos y grupos sociales que habían permanecido al margen de toda expresión.
El éxito con el que las TICs han revolucionado los procesos de convocatoria se sustenta en tres aspectos fundamentales. Primero, al haber posibilitado que la comunicación se haga instantánea, han hecho posible movilizar a grandes cantidades de personas con una rapidez jamás vista. Segundo, al favorecer el desarrollo de modelos basados en la comunicación interpersonal se ha reforzado la credibilidad de los mensajes, lo que ha provocado que su contenido cale con más intensidad y que aumenten las posibilidades de redistribuirse. Y tercero, al independizar el flujo de información del poder han permitido que las organizaciones retengan intacta su capacidad para cristalizarse, reconfigurarse y regenerarse instantáneamente cada vez que lo necesiten, lo que las convierte en imposibles de controlar. Estas circunstancias dotan de un poder ilimitado a los individuos y pequeños grupos que deseen expresarse o tener un papel más activo en los procesos de transformación de la sociedad, como quedó demostrado en las protestas del 15 M o la Primavera Árabe.
Las TICs también han transformado el modo en que se producen las misiones exteriores e interiores que busca conseguir toda práctica expresiva pública durante la fase de reunión.
En términos de visibilización y acceso al conocimiento de terceros, a las tradicionales tecnologías massmediáticas, las TICs han añadido un elenco de herramientas para la producción y distribución de narrativas por parte de usuarios desconocidos e independientes (cámaras digitales, blogs, Youtube, redes sociales, etc.) que han multiplicado exponencialmente las posibilidades para informarse acerca de la realidad urbana y han abierto nuevas vías para atraer la atención de la opinión pública. De hecho, la búsqueda de la viralidad en la red ha derivado en la aparición de nuevas prácticas expresivas encaminadas a conseguirla, como las flashmobs.
En cuanto a las repercusiones sociales de sus actos, las TICs han facultado a las multitudes con tal grado de autonomía, coordinación y destreza, que les es posible ejecutar acciones muy sofisticadas a lo largo del tiempo y del espacio, incluso en movimiento. Los efectos de esta capacidad para la hipercoordinación se han hecho palpables durante acontecimientos como los London’s riots. Swarming sincronizado, cambios de estrategia en tiempo real, detección y comunicación de riesgos potenciales y puntos débiles o búsqueda de refuerzos, son ahora posibles sin haber adquirido ningún tipo de formación militar. Solo bastan una Blackberry o un iPhone.