Comunicación presentada al I Congreso Ciudades Inteligentes:
Autores
- José Miguel Fernández Güell, Profesor Titular del Departamento de Urbanística y Ordenación del Territorio, Universidad Politécnica de Madrid (UPM)
- Marta Collado Lara, Doctoranda del Departamento de Urbanística y Ordenación del Territorio, UPM
- Silvia Guzmán Araña, Doctoranda del Departamento de Urbanística y Ordenación del Territorio, UPM
Resumen
A principios del siglo XXI, las ciudades se enfrentan a serios retos sociales, económicos ambientales y de gobernanza. Bajo el término “Smart Cities”, están surgiendo un gran número de iniciativas, que amparadas bajo la tecnología, tratan de dar respuesta a los retos de las ciudades contemporáneas. Sin embargo, la capacidad de las iniciativas inteligentes para proporcionar una visión integrada y coherente de nuestras ciudades es todavía muy limitada. Aparentemente, muchas de estas iniciativas no alcanzan plenamente sus objetivos por su falta de comprensión de la elevada complejidad, diversidad y cambio que caracterizan a las urbes contemporáneas. El propósito de esta comunicación es mostrar cómo un enfoque sistémico del funcionamiento de la ciudad puede guiarnos a formular visiones más integradas e inteligentes.
Las ciudades inteligentes ante los retos urbanos
Desde la Antigüedad, la ciudad ha desplegado una recurrente ambivalencia: por un lado, ha actuado como un potente intercambiador de ideas y oportunidades de colaboración, mientras que, por otro lado, ha provocado elevadas dosis de conflicto y aislamiento. Las ciudades proporcionan economías de aglomeración, que generan importantes externalidades positivas derivadas de la concentración espacial a gran escala de actividades productivas y personas. Ahora bien, las aglomeraciones urbanas también producen importantes externalidades negativas, como la congestión, la contaminación y la exclusión, que reducen las eficiencias económicas y crean todo tipo de tensiones sociales e impactos ambientales. La obtención de un equilibrio razonable entre esas dos tensiones –positivas y negativas– depende en última instancia de los actos y deseos de los individuos y las colectividades que pueblan las ciudades.
A comienzos del siglo XXI, las ciudades se enfrentan a grandes retos ambientales –mejorar la eficiencia energética, disminuir las emisiones contaminantes y reconducir el cambio climático– junto con otros desafíos ligados a la competencia económica, la cohesión social y la gobernanza política. Desde finales de los años noventa, el concepto “Smart Cities” ha ido ganando popularidad como una forma de abordar los grandes retos de las ciudades contemporáneas a través de la tecnología (Caragliu et al., 2009). A pesar de la relativa juventud de las iniciativas inteligentes, ya han surgido voces críticas sobre el excesivo protagonismo que se otorga a la tecnología y la ausencia de visiones holísticas de la ciudad (Townsend, 2013; Greenfield, 2013).
Dada la atención y el creciente debate que las iniciativas sobre Ciudades Inteligentes están generando, la presente comunicación propone la aplicación de un enfoque sistémico que permita mejorar la comprensión del funcionamiento y de las necesidades de la ciudad contemporánea. Con este propósito, se despliega un ejercicio de prospectiva en el que se formula una visión que guíe el desarrollo futuro de las ciudades españolas frente a las malas prácticas cometidas en el período pre-crisis.
Rasgos característicos de las ciudades contemporáneas
Hoy en día, cualquier planificador urbano debe indefectiblemente ser capaz de interpretar los tres grandes rasgos propios de las ciudades contemporáneas. Se trata de la complejidad, diversidad y dinamismo, que acompañan a la mayoría de los fenómenos urbanos (Fernández Güell, 2006).
- Complejidad. Uno de los principales retos que afrontan las ciudades de tamaño grande y mediano es el elevado nivel de complejidad de los procesos urbanos. Un sistema complejo se caracteriza por el elevado número de elementos que lo componen, por el número y la variedad de las relaciones que los unen entre sí, y por la variedad de las dinámicas que se derivan de dicha unión. Así, la ciudad puede considerarse como un complejo organismo complejo, fruto de las sociedades humanas, y construido a partir de múltiples iniciativas singulares a lo largo del tiempo, con gran número de protagonistas y conexiones entre los mismos. En suma, la complejidad es un fenómeno inherente a las ciudades, que conviene no obviar ni simplificar en exceso, sino que debe de entenderse hasta donde sea posible.
- Diversidad. Básicamente la diversidad urbana viene generada por las diferencias funcionales de cada ciudad y por la disparidad de agentes que intervienen en cada una de ellas. Desde el punto de vista funcional, las ciudades difieren entre sí por su ubicación geográfica, su trazado espacial, su vocación económica o su estructura socio-demográfica. La diversidad funcional unida al factor dimensión da lugar a la diversidad de los agentes urbanos: cuanto más dispares sean las funciones de una ciudad y mayor sea su tamaño, más diversos y numerosos serán los agentes que intervienen en las mismas. En definitiva, la diversidad es un activo importante de las ciudades siempre y cuando se gestione adecuadamente la conciliación de intereses entre agentes urbanos.
- Cambio. El tercer atributo de las ciudades contemporáneas es su intenso dinamismo, ya sea ligado a episodios de crecimiento como de contracción. Los cambios dificultan obviamente la labor de los planificadores al añadir una elevada dosis de incertidumbre en sus previsiones. Si el entorno en el que opera la ciudad es particularmente turbulento y muy cambiante, entonces los acontecimientos de futuro serán poco o nada previsibles. Por ello, la postura más inteligente es aceptar la incertidumbre, tratar de comprenderla y convertirla en parte de nuestro razonamiento.
En suma, las cuestiones clave para afrontar los retos residen en ¿cómo expresar de forma inteligible la complejidad de la ciudad?, ¿cómo incorporar la diversidad de los agentes urbanos en el proceso de toma de decisiones? y ¿cómo manejar la incertidumbre que emana del dinamismo de las ciudades?
Comprensión de la ciudad como sistema funcional
Una forma de dar cumplida respuesta a las preguntas anteriores consiste en entender a la ciudad como un sistema funcional complejo, a partir de las contribuciones realizadas en el campo de la complejidad y los sistemas adaptativos (Von Bertalanffy, 1968; Kauffman, 1995). Así, la ciudad contemporánea constituye un complejo ecosistema de elementos o partes conectadas, donde las actividades humanas están enlazadas por comunicaciones en tanto el conjunto sistémico evoluciona dinámicamente dentro de un determinado contexto socioeconómico y natural. En este sistema, cualquier alteración espacial o estructural en una de sus partes modifica las otras partes del sistema.
Con el propósito de explicar de forma clara la compleja operativa de la ciudad, se propone un modelo conceptual en el cual coexisten diferentes subsistemas, fuertemente interrelacionados entre sí (Fig. 1). En primer lugar y ocupando el lugar central, aparece la demanda urbana, compuesta por ciudadanos, agentes socioeconómicos y visitantes, que plantean una serie de exigencias para vivir y trabajar en la ciudad. En segundo lugar, estas exigencias de la demanda son interpretadas por los subsistemas económico, social, ambiental y político. En tercer lugar, estos subsistemas trasladan demandas específicas al subsistema físico-espacial, responsable de proporcionar infraestructuras básicas, sistemas de transporte y edificaciones. En cuarto lugar, los diversos subsistemas funcionales son servidos por soportes tecnológicos de carácter transversal. Finalmente, la totalidad del sistema funcional urbano está sujeto a las transformaciones geopolíticas, sociales, económicas y tecnológicas que tienen lugar en su entorno. Obviamente, en la vida real este flujo de operaciones no es estrictamente lineal, sino que suele estar plagado de bucles y retroalimentaciones entre los diversos subsistemas de la ciudad.
Aún a riesgo de ser tachada de reduccionista, la conceptualización sistémica de la ciudad tiene una clara ventaja: permite plantear una abstracción simplificada e inteligible de la complejidad inherente a la realidad urbana, que resulta fácilmente asimilable por los agentes locales y los propios ciudadanos. Sin embargo, no hay que olvidar que el proceso de cambio de una ciudad no es secuencial (un elemento afecta directamente a otro), sino más bien simultáneo (cada elemento urbano afecta a otros).
Las ciudades españolas en el período pre-crisis
El sistema funcional mostrado en el epígrafe anterior se utiliza seguidamente para caracterizar el modelo de desarrollo seguido por las ciudades españolas durante el período pre-crisis 2000-2008 (Fig. 2). Tanto los aciertos como los excesos que condujeron las políticas urbanas durante ese período extraordinariamente dinámico constituyen una referencia interesante y crítica para establecer el modelo de futuro deseado para las ciudades.
En ese período, la demanda empresarial se comportó de forma oportunista, operando con una visión cortoplacista en los asuntos urbanos. La ciudad aparecía como un tablero de ajedrez provisto de buenas infraestructuras, en el cual se podían realizar múltiples operaciones especulativas. En cuanto a los ciudadanos, estos eran mayoritariamente individualistas y poco interesados en los asuntos públicos. En general, los subsegmentos de la demanda estaban fragmentados y poco conectados entre sí.
En muchas ciudades, el subsistema económico estaba excesivamente concentrado en sectores maduros y con baja productividad. Salvo en las grandes metrópolis, muchos tejidos productivos locales estaban dominados por pymes de baja intensidad tecnológica y orientadas al mercado nacional.
El tejido social de las ciudades españolas reflejaba las tensiones producidas por el progresivo envejecimiento de la población, el aluvión de inmigrantes con baja cualificación y la aparición de nuevas estructuras familiares. En este período, el capital social no se fortaleció significativamente.
El subsistema ambiental fue el más relegado de las ciudades. El fuerte dinamismo económico impulsó la urbanización desmedida de muchos suelos en las periferias urbanas así como la construcción de pesadas infraestructuras de transporte. El resultado fue un creciente número de agresiones ambientales en el entorno próximo a las ciudades y un considerable aumento de la huella ecológica.
Los gobiernos locales mantuvieron posicionamientos muy próximos al subsistema económico. La connivencia entre políticos y agentes económicos fue evidente en las grandes operaciones urbanísticas llevadas a cabo en estos años, dando lugar a numerosos episodios de corrupción.
Durante este período, las ciudades realizaron un esfuerzo importante para mejorar la gestión municipal mediante la incorporación de las nuevas tecnologías de información y comunicación, pero este esfuerzo no pasó de satisfacer necesidades operativas de servicios muy concretos. En otras palabras, la mayoría de las iniciativas inteligentes se caracterizaron por operar según el formato de “silos sectoriales”.
El boom inmobiliario que caracterizó el periodo pre-crisis transformó sensiblemente el subsistema espacial de las urbes españolas mediante la construcción de grandes infraestructuras de transporte, la urbanización de extensas áreas en las periferias urbanas, la ejecución de costosos macro equipamientos y el sobredimensionamiento del parque residencial.
En suma, la crisis supuso un duro revulsivo para muchas de las prácticas sociales, económicas, ambientales, urbanísticas y políticas llevadas a cabo hasta entonces en el ámbito municipal. Ante el previsible fin de la recesión, las ciudades españolas tienen la obligación de mirar hacia el futuro y analizar los cambios que previsiblemente marcarán y condicionarán su desarrollo en los años venideros.
Visión de futuro deseada para las urbes españolas
Fijando como horizonte temporal el año 2030, se procede a realizar un ejercicio de prospectiva en el cual se formula la visión de futuro deseada para las ciudades españolas (Fernández Güell & Collado, 2014). Dicha visión está caracterizada por cinco principios rectores: (1) crear un tejido social equitativo, solidario y cohesionado; (2) desarrollar un tejido productivo innovador, competitivo y resiliente; (3) preservar un medio ambiente saludable, asequible y sostenible; (4) alcanzar una gobernanza urbana avanzada, concertada y transparente; y (5) desarrollar un tejido urbano compacto y sostenible. La plasmación de estos cinco principios rectores en el sistema funcional urbano permite esbozar el modelo de ciudad deseada en el horizonte 2030 (Figura 3).
Las ciudades españolas del 2030 estarán habitadas por ciudadanos, empresas y organizaciones públicas capaces de enfrentarse a los problemas y retos de sus urbes de forma creativa e innovadora. Así, la demanda empresarial será exigente, pero también corresponsable con el desarrollo de la ciudad. Los ciudadanos estarán empoderados y se implicarán para ejercer sus derechos y obligaciones. La demanda turística esperará que la calidad de experiencia urbana esté a la altura de sus expectativas.
Todos los subsistemas funcionales de la ciudad estarán interconectados y coordinados entre si y tomarán en consideración las necesidades, exigencias y aspiraciones de las diversas demandas urbanas. Los gestores urbanos evitarán posiciones dominantes entre los subsistemas, es decir buscarán posiciones relativamente equilibradas, lo que obligará a mantener comunicaciones y negociaciones fluidas y constantes entre los diferentes agentes urbanos.
Las ciudades configurarán sus elementos físico-espaciales aprovechando diseños urbanos que han funcionado en el pasado e incorporando innovaciones que resuelvan los nuevos retos. Se optará por un modelo de ciudad compacta, compleja y eficiente frente a un modelo disperso y de baja densidad.
El despliegue de una Ciudad Inteligente requerirá la coordinación de numerosos agentes y tecnologías, así como el compromiso a largo plazo de los “stakeholders” locales. Para lograr este objetivo, las relaciones entre demandas urbanas y subsistemas funcionales estarán soportadas por una compleja plataforma tecnológica que facilitará una comunicación ágil y fluida entre las partes. En última instancia, esta plataforma y sus tecnologías aparejadas dotarán de inteligencia a la ciudad del futuro.
La Ciudad Inteligente deberá realizar un continuo seguimiento de la evolución del contexto en el que operan las ciudades, explorando cómo pueden evolucionar en el futuro los factores geopolíticos, sociales, económicos, tecnológicos y ambientales.
En suma, la complejidad y envergadura de los retos a los que se enfrentan las ciudades en el futuro les obligará a interconectar y coordinar todos sus subsistemas funcionales. Por tanto, la Ciudad Inteligente del futuro deberá planificarse y gestionarse bajo una visión holística, de forma que se integren y relacionen de forma efectiva todas las funciones y los agentes que operan en su ámbito.
Conclusiones
Todo parece indicar que nos encaminamos hacia un modelo de Ciudades Inteligentes basado en visiones holísticas y sistémicas, que permitirán la comprensión más integral de la ciudad y la formulación de estrategias de desarrollo más articuladas. La idea central que soporta este argumento es que las ciudades contemporáneas son sistemas funcionales eminentemente abiertos, diversos y complejos, compuestos por múltiples actores con objetivos muy heterogéneos. En el futuro, estas ciudades requerirán de enfoques integrados para hacer frente a sus retos. Así, las iniciativas inteligentes deberán planificarse y gestionarse bajo una visión holística, de forma que se integren y relacionen de forma efectiva todas las funciones y los agentes que operan en su ámbito.
Desafortunadamente, hoy en día, muchas iniciativas inteligentes están siendo desarrolladas de forma segmentada y sectorizada. Aparte de explicaciones relacionadas con la débil voluntad política o las limitaciones técnológicas, la razón fundamental reside en la dificultad para comprender e interpretar la intrincada madeja de relaciones y comportamientos que tienen lugar en la ciudad contemporánea. En este sentido, el enfoque sistémico propuesto en esta comunicación contribuye a desplegar de forma estructurada y sistemática las funciones, los agentes y las relaciones cruzadas en el ámbito urbano. El modelo propuesto no solo resulta útil para analizar el funcionamiento urbano presente, sino que sirve para escenificar visiones deseadas para las ciudades inteligentes del mañana. En suma, sin una visión integrada de la ciudad, facilitada por una tecnología inteligente y apoyada por una ciudadanía comprometida y participativa, no será posible interpretar y gestionar adecuadamente la complejidad, la diversidad y el cambio de las urbes contemporáneas.
Parte de los contenidos de la presente comunicación han sido desarrollados en el proyecto de investigación “Ciudades y ciudadanos en 2033”, financiado por PricewaterhouseCoopers y la Escuela de Organización Industrial.
Referencias
- Caragliu, A., Del Bo, C. & Nijkamp, P., 2009, Smart Cities in Europe, Serie Research Memoranda 0048, VU University Amsterdam, Faculty of Economics, Business Administration and Econometrics.
- Fernández Güell, J. M., 2006, Planificación estratégica de ciudades: Nuevos instrumentos y procesos, Editorial Reverté, Barcelona
- Fernández Güell, J. M. & Collado, M., 2014, Ciudades y ciudadanos en 2033: La transformación urbana de España, PricewaterhouseCoopers y Fundación EOI, Madrid
- Greenfield, A., 2013, Against the smart city, Do projects, New York.
- Kauffman, S., 1995, At home in the Universe: The search for the laws of self-organization and complexity, Oxford University Press, New York.
- Townsend, A., 2013, Smart Cities: Big data, civic hackers and the quest for new utopia, W. W. Norton & Co, New York.
- Von Bertalanffy, L., 1968, General Systems Theory: Foundations, Development and Applications, Braziller, New York.
Nota: Este artículo fue presentado y publicado en el Libro de Comunicaciones del I Congreso Ciudades Inteligentes.