Comunicación presentada al III Congreso Ciudades Inteligentes:
Autor
- Carlos F. Lahoz Palacio, Dr. Arq. Profesor de Urbanismo, Universidad CEU San Pablo
Resumen
Históricamente, el espacio público ha jugado un papel muy importante como vehículo de la sociabilidad, pero durante los siglos XIX y XX las capacidades que le permitían cumplir su misión social se vieron perjudicadas. A este efecto, en la actualidad se le ha sumado el inducido por las tecnologías digitales que, incrementando hasta el infinito las posibilidades de interacción entre humanos por otros medios, ha provocado que surjan dudas que cuestionan su vigencia y que, incluso, animan a pensar que podría ser suplantado en esta función esencial. El propósito fundamental de este artículo es rebatir estas teorías y demostrar que las nuevas tecnologías, lejos de acelerar la obsolescencia del espacio público como entorno generador de sociabilidad, están reforzándolo en este papel.
Palabras clave
Sociabilidad, Espacio Público, Tecnologías de la Comunicación
Sociabilidad pública y profecías tecnológicas
La especulación sobre las posibles repercusiones de las tecnologías de la comunicación sobre la ciudad han dado lugar a una miríada de teorías que, sin embargo y a grandes rasgos, pueden dividirse en dos grandes escuelas de pensamiento distintas: de una parte existe una visión pesimista y catastrófica de las tecnologías, representada fundamentalmente por la ciencia ficción —más recientemente por el cyberpunk— y de otra, la que tiene un acercamiento excesivamente entusiasta y optimista de las mismas, como es la sostenida por los grandes gurús de las TICs del mundo anglosajón (Negroponte, Gore, Gates, etc.). Sin embargo, a pesar de ser contrapuestas, hasta hace bien poco ambas visiones convergieron a la hora de describir un mismo paradigma: el efecto de las TICs sobre las ciudades, no solo llevaría a su obsolescencia y declive sino, en opinión de los agoreros más radicales, a la desaparición de los entornos urbanos e, incluso, a la anulación de toda existencia espacial y su suplantación por algoritmos y mundos virtuales del tipo Matrix (GRAHAM, 2004). Las predicciones de estos autores —cercanos en muchas ocasiones a la fantasía— pueden resultar estrambóticas si se las observa desde la óptica actual, no obstante, hasta bien entrado el milenio no solo lograrían cautivar la atención de la opinión pública, sino que fueron muchos los que los creyeron —recuérdese a Naisbitt en Megratrends 2000: “Si las ciudades no existiesen, ahora ya no sería necesario inventarlas”—. Tanto es así que lograron inculcar en la sociedad algunas ideas que todavía hoy perduran.
Afortunadamente, la realidad se ha encargado de contestar a estas profecías demostrando que las TICs no han hecho desaparecer a las ciudades; al contrario, las han reforzado. Gracias a esta evidencia incontestable el debate inicial acerca del desvanecimiento de los entornos urbanos parece superado. No obstante, la naturaleza fallida de las especulaciones formuladas en el pasado no debe llevar a obviar el profundo impacto que las TICs están causando sobre los distintos procesos sociales y espaciales que tienen lugar en las ciudades actuales. Las ciudades no desaparecen, pero no debe caber duda alguna de que las TICs las están cambiando.
Las transformaciones que están sucediendo en el mundo del comercio (e-commerce, nuevos espacios logísticos, etc.), del turismo (economías colaborativas, etc.) o de la movilidad urbana (gestión inteligente, formas alternativas de movilidad, etc.) son, por citar algunos ejemplos, algunos de los exponentes más reconocibles y reconocidos de esta nueva realidad. Sin embargo, todavía está pendiente de dilucidar la naturaleza de algunos aspectos relevantes, uno de los cuales es cómo las tecnologías están afectando a uno de los espacios esenciales de las ciudades, los espacios públicos, más concretamente, cómo está influyendo en una de sus funciones más importantes: la sociabilidad que se produce en ellos. Reflexionar sobre este tema tiene un interés doble: existe poca literatura específica y, además, todavía resulta muy controvertido ya que, todavía hoy, la percepción más extendida entre la población e incluso en parte del académico, es que las TICs están restando capacidades al espacio público para la sociabilización.
Sociabilidad, espacio público y tecnologías de la comunicación
La sociabilidad, es decir, la conducta que anima a las personas a interactuar y relacionarse con otras, es uno de los rasgos fundamentales que definen a la especie humana, ya que es a través de este mecanismo evolutivo que emergen, se transmiten y se conservan los conocimientos que garantizan su supervivencia. La sociabilidad, a su vez, está ligada a otros dos conceptos que les son inseparables: la comunicación, entendida como el acto que hace posible satisfacer esta necesidad y la ciudad, su materialización social y espacial más evolucionada.
Poniendo en relación directa a las tecnologías de la comunicación con los espacios urbanos cabe recordar que las innovaciones comunicativas siempre han significado transformaciones sociales y cambios en los espacios de la ciudad como demuestra el hecho de que, aunque las ciudades se fundaron sobre la palabra, sólo crecerían y se multiplicarían una vez fuese inventada la escritura. Esta relación de causalidad es bien conocida desde muy antiguo, no en vano, como ya se ponía de relieve en el pasaje bíblico de Babel, Dios hubo de multiplicar los idiomas de sus habitantes para que fracasara la construcción del primer gran edificio de la humanidad. Por tanto, si este principio ya se cumplía en tiempos bíblicos, la sociedad y la ciudad contemporáneas, más si cabe, no pueden constituir una excepción en este sentido.
La sociabilidad en el espacio público: una realidad amenazada
El espacio público juega un papel de especial relevancia como lugar para la comunicación y, por lo tanto, como vehículo de la sociabilidad. De hecho y frente a otros ámbitos, el espacio público urbano ha sido concebido históricamente como el escenario privilegiado de la sociabilización humana. Tanto es así y de tal importancia es la función sociabilizadora que cumple para el hombre que podría llegar a definirse como la estructura urbana significante que organiza las prácticas ciudadanas, determinando el modo en que estas se producen, para fomentar la sociabilidad.
El espacio público es un soporte material complejo que desempeña unas misiones explícitas y específicas, como estructurar el espacio de la ciudad u organizar las diferentes prácticas sociales. También cumple unos propósitos cívico-políticos como espacio de representación y expresión u ostenta una serie de valores culturales de carácter simbólico y significante. Sin embargo, sólo a través del cumplimiento de todas estas misiones de forma simultánea y gracias a la presencia y convivencia de agentes y prácticas en un mismo espacio y tiempo, que el espacio público se ha convertido en el lugar clave para la sociabilidad. Por ello, porque la sociabilidad y la comunicación, están en su esencia, el cambio tecnológico que está teniendo lugar también le afectará en mayor medida que a otros espacios. Más si se tiene en cuenta que desde el siglo XIX, pero en mayor medida en el XX, el espacio público ha sufrido una serie de transformaciones (transporte motorizado, rotura de la escala, sensación de inseguridad, privatización, segregación, etc.) que han erosionado las capacidades que posibilitan el cumplimento de su misión social. Marcado por esta dinámica y habiendo perdido muchos de sus rasgos característicos, a finales del siglo XX, el foco de la sociabilidad había migrado en buena medida hacia los espacios privados y terceros espacios, por lo que, con la aparición de las TICs, comenzó a especularse que su uso implicaría mayores niveles de decadencia y a que, con el tiempo, la sociabilidad pública daría un nuevo salto, esta vez, hacia el mundo virtual. Esta idea se fundamentaba principalmente en al nacimiento de una nueva tecnología, Internet, que prometía convertirse en la mayor plataforma comunicativa y de intercambio de información de todos los tiempos, una herramienta que incrementaría hasta el infinito las posibilidades para entrar en contacto e interactuar con otras personas y lugares sin que mediase la necesidad de presencia o contacto físico. Durante algún tiempo todo el avance tecnológico pareció confirmar esta realidad.
A pesar de tener unos torpes inicios, Internet evolucionaría rápidamente hacia mayores niveles de operatividad e interactividad, pasando de ser una enorme biblioteca para convertirse en la plataforma social y colaborativa que es hoy. En un breve período surgirían los hipermedias, los motores de búsqueda se harían más inteligentes y aparecerían los webmails, las wikis y los blogs. Al hacerse más versátil y fácil de usar, se multiplicarían los usuarios y comenzarían a detectarse en la red comportamientos y fenómenos sociales complejos (autoorganización, cooperación espontánea y masiva, primeras comunidades virtuales, etc.). Los peores augurios parecían cumplirse: el desarrollo tecnológico conducía inexorablemente a la desmaterialización y virtualización de la sociabilidad.
Cambio de rumbo: hacia una sociabilidad revitalizada por las TICs
Sin embargo, con el cambio del milenio, se producirían una serie de avances que, a pesar de ser mucho menos espectaculares, desencadenarían una nueva revolución tecnológica de incluso mayor calado que alteraría por completo las relaciones entre tecnologías y el espacio. Las tecnologías reducirían su coste y tamaño provocando la aparición de una miríada de aparatos: laptops, cámaras, tablets y smartphones. Con ellos, las TICs abandonarán las casas y oficinas y se extenderían por plazas y calles. También se producirá la eclosión de las tecnologías inalámbricas (Wifi, 3G, etc.), permitiendo a las personas conectarse a Internet en cualquier momento y parte. Los teléfonos móviles pasarían a convertirse en auténticas plataformas multimedia revolucionando el acceso a la información y la comunicación personales. Las redes de sensores y actuadores se extenderían por las ciudades hasta construir una nueva suerte de infraestructura inteligente capaz de regular cada aspecto de la vida urbana. Las redes sociales eclosionarían y se desarrollarían medios que, como los locativos, serían capaces de relacionarse directamente con el mundo físico. Todos estos avances harían que se extendiera la presencia y el uso de las TICs a todos los ámbitos y esferas de la existencia humana y que, como resultado de ello, se desencadenaran nuevos fenómenos que, lejos de avanzar hacia mayores niveles de privacidad o desnaturalización de la sociabilidad, parecen fortalecer sus vínculos espaciales y potenciar la energía socializadora de los espacios públicos. Pero estas intuiciones, estos indicios, tan solo son conjeturas hasta ser debidamente comprobados. Este es el propósito de este artículo.
La metodología seguida se basa en el principio de que la sociabilidad pública depende de la presencia y convivencia de actores y prácticas en un mismo espacio y tiempo, y esta, a su vez, de las capacidades estructurantes, determinantes y organizativas de los espacios, por lo que para poder comprobar la verificación real de tal efecto es necesario comprobar que las TICS están logrando optimizar el modo en que los espacios públicos desempeñan cada una de estas misiones. Partiendo de esta máxima se ha desarrollado un cuerpo probatorio que consta de once análisis. En lo relativo a las capacidades estructurantes de los espacios públicos, la investigación se centra en analizar la emergencia de nuevos tipos estructurales que avanzan hacia lo inteligente (1º) y lo participativo (2º). En lo concerniente a las capacidades determinantes se ha evaluado el efecto tecnológico sobre los tres factores que la condicionan: la accesibilidad (3º), la visibilidad (4º), la presencia (5º)). Por último, en cuanto a las capacidades organizativas, se ha valorado la influencia de las TICs sobre los cinco grandes tipos de prácticas urbanas: las del movimiento (6º), el encuentro (7º), el ocio (8º), el intercambio de ideas (9º) y la expresión (10º).
Estructuras Emergentes
Frente a las dificultades de las estructuras urbanas tradicionales para abordar los desafíos a los que se enfrenta la ciudad contemporánea, mucho más compleja, caótica e impredecible, las TICs brindan multitud de herramientas que permiten la implantación de nuevos modelos de gestión y creación de espacios capaces de abordar muchas más variables, y que, a su vez, son mucho más ágiles y flexibles. De hecho, las ciudades ya están siendo testigo de la emergencia de un nuevo tipo de estructuras de carácter inteligente (1º prueba) basadas en redes infraestructurales digitales formales e informales que comprenden todas las escalas y a través de la que es posible captar y analizar instantáneamente multitud de informaciones sobre los espacios públicos —climatología, consumo energético, etc.— pero también sobre sus habitantes —edad, procedencia, estado de ánimo, etc.— y lo que hacen en ellos. Así, frente a los métodos tradicionales de planificación y gestión urbana —con frecuencia, aproximativos y lentos—, el urban computing y la minería de datos está dando a luz a nueva forma de trabajar con y en la ciudad, un urbanismo basado en evidencias que fluyen en tiempo real y que refleja instantáneamente el estado de lo urbano. Esta revolución corre en paralelo a otra que afecta a la toma de decisiones para la construcción y gestión de las ciudades, ya que las TICs permiten realizar estas tareas de forma centralizada y automática a través de medios tecnológicos programados. Un modelo caracterizado por el «funcionamiento inteligente» -comúnmente conocido como la Smart City-, pero también, por dar un mayor protagonismo a los ciudadanos, para que sean ellos, los Smart Citizens, quienes con la ayuda de las tecnologías tomen las mejores decisiones posibles. Este último modelo también defiende la apertura de los datos, la innovación abierta y las formas de la inteligencia colectiva como medio de mejorar la forma en que se gestionan y construyen las ciudades. Ya sea para conseguir mayores niveles de transparencia, para diversificar y enriquecer las fuentes de información o para que la población se anime a generar nuevas oportunidades desde el punto de vista comercial y creativo. Pero el hacer accesible la información también busca transformar las prácticas habituales de los ciudadanos. Esta es la filosofía que guía proyectos como el Trashtrack (SENSEABLE CITY LAB), o seguimiento de los residuos personales, que busca transformar las prácticas habituales de los ciudadanos, ya que sólo si son conscientes de las repercusiones de sus actos (el enorme coste del tratamiento de la basura), podrán modificarlos, ya sea para reducir el volumen de lo que tira o para modificar sus hábitos de compra.
Las TICs también permiten avanzar hacia modelos más participativos (2º prueba), modelos capaces de fortalecer los vínculos entre los individuos y los espacios que habitan. En este sentido cabe resaltar, por ejemplo, las enormes potencialidades de las técnicas y métodos del Participatory Sensing que llevan a cabo los Smart Citizens para promover una mayor conciencia y una toma de decisiones más responsable o lo que pueden suponer las técnicas y métodos del Read and Right Urbanism (GREENFIELD & SHEPARD, 2007) para el fomento de prácticas participativas más inclusivas e inteligentes. Desde sencillas aplicaciones para la recogida de datos y sugerencias, como es el caso del FixMyStreet (THE FIXMYSTREET) o del iPhone Citizen´s connect de Boston, hasta sofisticados sistemas informáticos (ppgis o los vdme) que como el método OPUS (OPUS PROJECT), ya es comúnmente utilizado en Finlandia. Dignos de mención también son los instrumentos tecnológicos diseñados para reducir la complejidad inherente al planeamiento y facilitar la toma de decisiones, como los Planning Design Decision Support o las herramientas que permiten la implantación de metodologías complejas, como el Network Design, el cual explora los límites de la colaboración abierta y el diseño participativo. El éxito de la iniciativa Dreamhamar (CINGOLANI) para el rediseño de la Plaza Stortorget da una idea de la potencia de estas nuevas herramientas y prácticas.
Términos conectados
Expuestas cómo las TICs están modificando las capacidades estructurantes de los espacios públicos, procede analizar como las TICs están afectando a las condiciones en las que se producen la accesibilidad, la visibilidad, la presencia y la acción ciudadana en los espacios urbanos, ya que ellas son las que determinan su nivel de publicidad y uso.
En términos de accesibilidad (3º prueba), las TICs han generado multitud de formas de regular el acceso físico y social que pueden restringir el uso público de los espacios (contraseñas, CCTVs, sistemas biométricos, etc.). Nuevas fronteras y límites que, a pesar de no ser físicos, se muestran tan eficaces como si lo fueran. Sin embargo, persiguiendo otros fines, el empleo de estas mismas TICs pueden reportar beneficios muy positivos ya que facilitan las formas de interacción social. Esto es debido a que una mayor capacidad para el conocimiento y control mutuo ayuda a superar la desconfianza hacia los desconocidos, permitiendo que nazcan y se consoliden relaciones que, de otro modo, serían imposibles. También es posible mencionar otras tecnologías emancipadoras que combaten las limitaciones sensoriales (tecnologías geolocativas para dotar de mayor autonomía a personas con alzhéimer), culturales (realidades aumentadas, traductores simultáneos, etc.) e incluso, las que afectan a las libertades (Tiananmen SquARed Augmented Reality).
El avance tecnológico también ha revolucionado el campo de la visibilidad pública (4º prueba). La ubicuidad de sistemas como los circuitos cerrados de televisión han acrecentado las capacidades para la vigilancia y el control por parte de las autoridades. Sin embargo, la proliferación de las tecnologías personales para la captación (teléfonos con cámara) y reproducción de imágenes (Instagram, YouTube, etc.) han multiplicado las del conocimiento y reconocimiento de la población. Ello ha supuesto mayores grados de libertad y autonomía ciudadana y mejoría de las condiciones de uso de los espacios públicos. Esto se debe a que las TICs han dado lugar a nuevas prácticas que alteran las jerarquías tradicionales de visibilidad urbana: la counter-sourveilance (contra vigilancia), la sous-veillance (vigilancia de abajo arriba) o la vigilancia distribuida —como en localidad inglesa de Shoreditch donde el CCTV urbano ha sido incluido como parte de la parrilla televisiva haciendo que omnipresente gran hermano haya dado paso a una legión de pequeñas hermanas que libre y públicamente observan todo lo que ocurre— sirven ahora para garantizar los derechos individuales.
En términos de presencia (5º prueba), las TICS no han hecho disminuir la concurrencia de ciudadanos en el espacio público, sino que la han multiplicado. Las TICs permiten que desconocidos contacten en torno a intereses comunes y que, a su vez, puedan coordinarse para encontrarse y actuar de formas impensables hasta el momento. Un efecto fácil de constatar al observar cómo las nuevas comunidades de práctica coordinan y convocan su presencia en el espacio gracias a las redes (flashmobs, etc.).
Prácticas Autoorganizadas
En cuanto a la evaluación del impacto de las TICs sobre las capacidades de los espacios públicos para la organización de las distintas prácticas urbanas, cabe reflexionar primero, por ser las más obvias, sobre las ligadas al movimiento (6º prueba). Para ellas, resulta del todos evidente que avances como la web 2.0, las tecnologías ubicuas, las locativas y de la computación urbana han aumentado sustancialmente las facultades de los espacios públicos en los tres aspectos básicos con los que contribuye a organizar el movimiento en las ciudades: vehicular el tránsito, ayudar a la orientación y dar acceso a los lugares. Comenzando con el primer aspecto, es de sobras conocido que ya existen multitud de aplicaciones vinculadas a las formas de la movilidad inteligente que ya han conseguido una mayor eficiencia, seguridad, calidad y sostenibilidad de las prácticas y los espacios. Planificar y diseñar modelos, detectar tendencias, predecir modificaciones en los patrones de uso o adaptar el tráfico y las señales a situaciones especiales son tareas que las autoridades pueden ahora realizar de forma instantánea. Aunque también existen multitud de iniciativas y aplicaciones diseñadas para el uso ciudadano, como es el caso de la plataforma Live Singapure (TELEFÓNICA, 2011) que aporta información sobre todos los factores que afectan a la movilidad de la isla en cada punto de la misma para que los habitantes puedan tomar las mejores decisiones. En cuanto al campo de la orientación urbana, Las TICs ya están siendo utilizadas por una gran parte de la población que se sirve de navegadores GPS o los smartphones durante su wayfinding diario. De hecho, las tecnologías locativas se han convertido en una suerte de segunda naturaleza que permite a los usuarios acceder a su posición u obtener indicaciones sobre cómo desplazarse por cualquier ciudad del mundo. Finalmente, es posible hablar de “un antes y un después” en la forma en que se buscan, encuentran y descubren lugares a partir de que los smartphones incorporaran capacidades conectivas y geolocativas entre sus funcionalidades. Gracias a ellas, frente a la necesidad de obtener información previamente, ahora se puede conocer todo lo que se encuentra alrededor, en el acto. También es crucial señalar la importancia social adquirida por los medios geosociales que permiten a sus usuarios interactuar con el lugar en el que se encuentran o se han encontrado, tanto ellos, como su red de contactos.
En cuanto a las prácticas relativas al encuentro (7º prueba), posiblemente una gran parte de la población y no pueda concebir su actual vida social sin ellas. Las TICs sirven para estar en contacto permanente con familiares y amigos, pero también, para encontrarse con ellos cada vez que existe una oportunidad. De igual modo gracias a ellas, por primera vez en la historia, grupos de personas conocidas puedan coordinar y establecer sus encuentros de forma ágil y despreocupada, incluso instantánea, lo que ha terminado por dinamizar los encuentros en el espacio real. Este efecto se verifica asimismo en lo relativo al encuentro del desconocido, de hecho, la actividad social que se produce en las redes busca igualmente materializarse en encuentros en el espacio físico. En este mismo sentido, también requieren especial mención por sus grandes potenciales algunas tecnologías que, como las redes geosociales, están siendo utilizadas para promover al encuentro y el contacto real con conocidos y desconocidos en función del lugar en que se encuentren (Tinder, etc.).
En lo relativo a las prácticas ligadas al mundo del ocio (8º prueba), tras años en que las tecnologías (videojuegos, multimedia, etc.) contribuyeron activamente a la reclusión de los niños y jóvenes en sus casas, los últimos avances en el sector parecen revertir esta tendencia ya que apuestan de forma decidida por la introducción de las formas del entretenimiento digital en el ecosistema lúdico de la ciudad. Una evidencia que pudo constatarse en tiempos recientes con notoriedad mundial gracias al efecto desencadenado a partir del lanzamiento de juego de realidad aumentada Pokémon Go.
En lo concerniente a las prácticas relativas al intercambio de información (9º prueba), no ha lugar a dudas que el medio social y la web 2.0 han transformado el modo de concebir y construir la opinión pública. Sin embargo, las enormes capacidades políticas del medio tecnológico no han mermado las potencialidades de los espacios públicos para albergar y dinamizar los debates, de hecho, se han aliado con ellos para renovarlas. Prueba de esta realidad es que por todas las latitudes emergen grupos que utilizan las redes para organizar y coordinar sus reuniones en plazas y calles. Los recientes acontecimientos que han tenido lugar en torno a la Primavera Árabe o al Movimiento Indignado son dos de las expresiones más claras de esta nueva dinámica. Tanto es así que, por encima de los enfrentamientos y las protestas que se produjeron, estos dos acontecimientos ya son recordados por los talleres y asambleas callejeras en los que multitud de personas distintas se sentaron a debatir y pensar en conjunto cómo querían que fuese su sociedad en el futuro. Lo mismo ha ocurrido en el campo de la expresión pública (10º prueba). La actual eclosión de este tipo de prácticas en lugares públicos de todo el mundo (protestas, celebraciones, ritos religiosos, etc.) demuestra que están más vivas que nunca. Al haber fortalecido los vínculos entre individuos y hacer más fluida la comunicación entre ellos, las TICs han multiplicado las capacidades organizativas de la población para expresarse y actuar conjuntamente. Ello ha transformado la naturaleza de estas prácticas como prueba la emergencia de algunas que, caracterizadas por la autoorganización y la inteligencia colectiva, resultan inéditas, como es el caso de las expresiones espontáneas realizadas en total ausencia de planificación como las smartmobs.
Conclusión
En definitiva: fenómenos e innovaciones como la web 2.0, la computación urbana o las tecnologías ubicuas, locativas y de la conectividad, es decir, las TICs, y el uso que la sociedad ha hecho de ellas, lejos de restar capacidades sociabilizadoras a los espacios públicos, los están reforzando extraordinariamente en el desempeño de esta misión fundamental.
Referencias
- GRAHAM, Stephen. 2004. The cibercities reader. Londres: Routledge.
- GREENFIEL, Adam, SHEPARD, Mark. 2007. Urban Computing and its discontents. Nueva York: The Architectural League of New York.
- NAISBITT, John, ABURDENE, Patricia. 1990. Megatrends 2000: Ten New Directions for the 1990 ́s. Nueva York: William Morrow & Co.
- TELEFÓNICA, Fundación. 2011. Smart Cities. Barcelona: Ariel.
- CINGOLANI, Francesco. “Network design philosophy behind Dreamhamar process”. (15/06/2012)
- OPUS PROJECT. (30/01/2012)
- THE FIXMYSTREET. (19/08/2013)
- SENSEABLE CITY LAB: “Why do we know so much about the supply chain and so little about the “removal-chain?”. Cambridge: The M.I.T. (1/03/2016)