Acaba de editarse un documento que recoge investigaciones europeas destacadas y que examina el modo de reconciliar la urbanización constante con un crecimiento sostenible e incluyente. El informe, titulado «El mundo y las ciudades europeas sostenibles» y editado por la Comisión Europea, tiene la finalidad de impulsar la transición hacia una cultura de sostenibilidad económica, social y medioambiental.
El estudio presenta una muestra de proyecto europeos y actividades de UN-Habitat que examinan distintas facetas de las ciudades y cuestiones derivadas de la urbanización. El proyecto Pact («Caminos para transiciones en el carbono»), por ejemplo, analiza cómo se podrían o deberían cambiar los estilos de vida dominantes, las tecnologías y las infraestructuras de la vida urbana, la vivienda y el transporte para reducir la dependencia de los combustibles fósiles. En opinión de los responsables del proyecto, se precisa una mejor coordinación entre transporte, uso del suelo y planificación de espacios abiertos, así como la conservación de infraestructuras verdes en beneficio del transporte a pie y en bicicleta.
Su principal mensaje es que se trata de un cambio vital. Hacia el año 2030 vivirán en ciudades cerca de 5.000 millones de los cerca de 8.000 millones de habitantes del planeta. Pese a que la Unión Europea tiene el firme compromiso de promover el crecimiento sostenible e incluyente, hay una serie de preguntas pendientes con respecto al modo de abordar con eficacia los retos que plantea la urbanización, por ejemplo la prestación de servicios fundamentales, las migraciones, las nuevas formas de pobreza y la ordenación territorial urbana ecológica.
Se sabe que, probablemente, las temperaturas cambiarán en el futuro y que las «islas de calor urbanas» agravarán los efectos del cambio climático. Por su parte, el proyecto Asccue («Estrategias de adaptación a cambios en el entorno urbano») ha demostrado que las zonas verdes pueden contribuir a compensar la subida de las temperaturas. En él se calculó, por ejemplo, que en la ciudad británica de Manchester, una ampliación del 10% de las zonas verdes en los barrios más poblados compensaría las proyecciones más pesimistas para 2080 relativas al aumento de las temperaturas.
Del mismo modo, el proyecto comunitario Scatter («Las ciudades en expansión y el transporte: de la evaluación a recomendaciones») analizó los efectos negativos de la expansión urbana, concretamente la pérdida de tierras agrícolas y espacios abiertos, la destrucción y fragmentación de ecosistemas, un incremento del coste de los servicios públicos, un uso más intenso de los automóviles y la segregación social.
Otro tema destacado en este estudio de la Comisión son las migraciones. En el periodo de 40 años que va de 1965 a 2005 el número de inmigrantes internacionales se ha multiplicado por más de dos en todo el planeta. En Europa el incremento ha sido aún más agudo, pues la cifra se multiplicó por 2 en tan sólo 15 años, entre 1985 y 2000, pasando de unos 23 millones a más de 56 millones, lo cual representa un 7,7% del total de la población europea.
Los inmigrantes recién llegados suelen establecerse en ciudades y allí donde tienen mayor tradición las políticas nacionales de integración, como Países Bajos y Suecia. Las ciudades empiezan a demandar más competencias ejecutivas y más recursos para sobrellevar las presiones que todo ello supone para la vivienda, el empleo, la educación y el orden público. El estudio alude a encuestas que ponen de manifiesto que hay un número creciente de ciudades europeas cuya población cobra conciencia de que necesitan políticas de integración coherentes y a largo plazo que protejan su viabilidad como comunidades así como la calidad de vida de los residentes.
Precisamente, el informe de la Comisión resalta que es en las ciudades donde deben empezar los esfuerzos por lograr una mayor cohesión social. Aunque las ciudades carezcan de formas de controlar muchas de las causas más profundas de la pobreza y la exclusión social, sí que pueden influir en gran medida en la suavización, prevención y freno de estos problemas adoptando medidas flexibles e innovadoras a escala local.
El estudio concluye sugiriendo que quizás sea el momento de descartar la tradicional distinción entre cuestiones urbanas y rurales. También señala que el Libro Verde en materia de cohesión territorial, editado por la Comisión Europea en octubre de 2008, constituye un paso adelante en esta misma dirección.